lunes, 30 de abril de 2012

Diferencia de opiniones entre partidarios y detractores de las fundas

Ni qué decir tiene el intenso debate que se vive hoy en día en lo que al tema de las fundas se refiere. Que si le quita belleza al toro, que si me aseguro la presencia en plazas de primera categoría… Todos tienen razón y sin embargo, todos se equivocan. Veamos por qué.
He tenido la suerte de poder ver de cerca todos los beneficios de las fundas en cuanto a los beneficios ganaderos, pero como aficionada también me he visto perjudicada en varias ocasiones. Por ello, me gustaría compartir con ustedes todas las conclusiones a las que he podido llegar hasta el momento.
Resulta evidente la mejora que han producido las fundas en el bolsillo del ganadero; se asegura la presencia en plazas importantes al mantener las astas intactas, tiene muchas menos pérdidas por cornadas, supera más fácilmente los reconocimientos veterinarios en los festejos, etc. Pero también supone un gran riesgo el procedimiento para ponerlas. Se requiere ir al cercado en el que se encuentra el toro con un caballo o (en algunos casos) un coche, que corren el peligro de ser embestidos. Si nos centramos en lo que debería ser una buena ganadería de bravo, se trataría sin duda de un caballo.
Se precisa de personal adecuado para llevarlo a cabo con éxito, que tenga conocimientos del comportamiento de los toros, que sepa trabajar con tranquilidad y seguridad, que sea consciente de los riesgos y los asuma de un modo precavido y apropiado. Un mal movimiento con una puerta, el reflejo de una sombra… una pequeñez de este tipo puede provocar que un toro remate en los corrales y quede inhabilitado para su lidia. Parece que la mayoría de la gente no es consciente de este factor y quizá este sea el motivo por el cual tras el uso de las fundas los toros que saltan al ruedo presenten cuadros de descoordinación o lesión muscular.
Otro perjuicio que presenta su uso es la fealdad que produce en la estampa del toro bravo. Si algo ha caracterizado a la ganadería brava ha sido la continuidad de la tradición, pero hemos dejado que se pierda en un mar de tecnología y contaminación. ¿Qué ha sido de las faenas a lomos de un buen caballo? ¿Dónde quedó la actividad constante del hombre en contacto con el toro? Todo se pierde y cada vez empeora más. En muchas ganaderías ya no extraña ver cómo se encierra un lote de toros con un coche, destrozando la finca, rompiendo con la estética y acabando con la naturaleza del toro. Resulta que todo esto que se comenta en estas líneas se produce realmente cada vez que hay que mover ganado. Son pocos los ganaderos que conservan las tradiciones de herrar a mano, tener una buena cuadra (no cuatro pencos mal domados), un buen mayoral que conozca cada uno de los animales y un buen equipo de vaqueros.
Parece una exageración y quizá muchos piensen que me estoy yendo del tema, pero no es así; sin todos estos factores bien cumplimentados no se puede obtener ningún beneficio.
Por lo tanto, de aquí saco mi primera conclusión, y es que las fundas sólo pueden ser defendidas por aquellos ganaderos que están comprometidos a velar por el cumplimiento de todo lo anterior. En caso contrario, lo único que se obtiene es perjuicio hacia la condición del toro y por lo tanto de la propia ganadería y de la Fiesta en su conjunto.
Asimismo, me gustaría tratar el tema de los medios de comunicación y la afición en este aspecto. No podemos negar que en la gran mayoría de las corridas los productores del Canal + Toros enfocan las astas de los toros que se están retransmitiendo. Y ya ni qué decir tiene los comentarios de los interlocutores. No señores, no. Olvídense de tanta tontería, que los toros dan en el suelo y si el equipo de veterinarios considera que es apto para la lidia déjenlos trabajar.
Con esto no quiero defender a los veterinarios, puesto que en mi opinión la gran mayoría sabe que se trata de toros porque tienen cuernos y embisten, pero por lo demás dejan mucho que desear. He podido estar presente en reconocimientos y apartados en los corrales de algunas plazas y he visto cosas, a mis 17 años, que otros de mucha más edad y se supone que experiencia universitaria no han sido capaces.
Y nos estamos confundiendo. El papel de muchos de los “veterinarios” de plaza se resume en lo siguiente: llegar, comprobar que los papeles de los toros estén en condiciones, e inmediatamente posan la mirada en los pitones. ¿Pero en qué facultad de veterinaria se enseña eso? Si se ponen fundas, al quitarlas hay que eliminar los rastros de pegamento, a lo que se dice “están afeitados”, pero no ven las puntas que llevan los toros (mejor no comentar). Si por el contrario no se ponen, no hay forma humana de hacer entrar en sus cabezas que los toros rascan en el suelo y se desgastan los pitones, pero su comentario vuelve a ser “están afeitados”.
Las fundas son un medio de proteger los pitones, y a pesar de los riesgos que se asumen al colocarlas (que siendo controlados por gente adecuada se reducen considerablemente), el costo de las mismas y la falta de estética, no puede pasar inadvertido el número de toros que se salvan anualmente en el campo.
La afición no es capaz de comprender hasta qué punto resulta duro para un ganadero criar durante cuatro años un toro para que en el último momento por una cornada, un derrote, una lesión… tanto por la pérdida económica como por la pérdida de prestigio al eliminar una posibilidad de darle un triunfo a la ganadería.
Para concluir me gustaría situarme en la neutralidad, puesto que como espero que haya quedado reflejado a lo largo de este artículo, no hay una posición clara de beneficio ni perjuicio con el uso de las fundas. Todo tiene sus pros y sus contras. Con ellas los ganaderos se aseguran la presencia en plazas mejores y reducen el número de muertes en el campo, mientras que los aficionados pueden disfrutar de un toro más íntegro. Sin embargo, los ganaderos necesitan invertir en los productos necesarios, en herramientas de  trabajo y en un lugar apto tanto para el trabajo de los vaqueros como para la comodidad del toro durante el proceso.
En el caso de no utilizarlas se volvería a la ganadería tradicional, a esa belleza campera que envuelve al hombre y al toro en un ambiente único que perdura en el tiempo. Para aquellos que tenemos una visión romántica (entiéndase de evasión de la vida cotidiana y expresividad del dolor y la emoción con gran intensidad), esta tradición no debería perderse, ya que nos devuelve todo aquello que una vez fuimos perdiendo. Esta artificiosidad envuelve al toro en la sociedad actual, consumista, falsa, monótona, superficial y basada en las apariencias.
Por tanto, ¿hasta qué punto puede considerarse que las fundas son beneficiosas o perjudiciales? Para mí personalmente se encuentran en un punto en el que no sabría decidir cómo afecta a la tauromaquia actual. Soy partidaria de hacer uso de las mismas únicamente cuando las condiciones son las adecuadas y siempre que el terreno en el que se críen los toros sea duro y provoque el desgaste de los pitones. Solución: criar los toros en un terreno que no haga necesaria la utilización de las fundas, para poder disfrutar del ambiente campero y natural que el ganado bravo puede proporcionar.
                                                                                              Irene Tirado Castellet

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