Desde que nace
el becerro hasta que se lidia unos años más tarde, cada etapa y cada detalle
influyen en el que será su comportamiento en ese instante final. Es muy
importante que todo esté muy controlado y de esta manera se deje poco al azar,
aunque el factor más importante siempre será la genética del animal, que le dotará
de una bravura determinada.
El comienzo de
la selección genética tiene lugar en el momento en el que se dividen los lotes
de vacas y se escoge el semental adecuado para cada uno, lo que se intuye según
los resultados que se hayan ido viendo en los tentaderos y festejos. Estos
últimos son los más determinantes para la ganadería porque son los que ve el
público y, por lo tanto, los que marcarán su futuro, pero es en los tentaderos
donde el ganadero puede controlar mejor la línea que se seguirá.
Aproximadamente,
los becerros se destetan de sus madres cuando han cumplido entre 6 y 8 meses.
En este momento ya pueden alimentarse de pienso y si se quedaran con sus
madres, éstas irían perdiendo peso progresivamente y se debilitarían, sin poder
mantener al nuevo becerro que probablemente ya estén gestando. Con la llegada
del herradero, estos casi añojos serán marcados con los distintos hierros que
les corresponden y se separarán los machos de las hembras.
En la mayoría
de las ganaderías se tientan las hembras con dos años, aunque en algunas lo
hacen con tres para que así su embestida tenga un carácter más parecido al de
los machos cuatreños. A partir de esta edad, la alimentación específica cobra
un papel muy importante, ya que es un factor muy determinante para que esta
faena se pueda desarrollar correctamente y así se pueda observar cada
característica de las eralas o utreras.
El tentadero
es la prueba a la que se someten todas las hembras de cada camada y consiste en
un simulacro de lidia, ya que es el mismo proceso salvo por la muerte del
animal, que en este caso no se produce. Las principales notas que se toman son
las siguientes: bravura en el caballo, bravura en la muleta y calidad de la embestida,
aunque después son muchos los matices que se tienen en cuenta. En el caballo ha
de tenerse en cuenta la fijeza del animal mientras el picador la cita, el
tiempo de respuesta y el grado de bravura con el que se dirige al caballo, así
como el número de puyazos a los que responde con el mismo ímpetu y la distancia
que acepta. Al igual que en la plaza de toros, el caballo se sitúa frente a la
puerta del chiquero y cuanta más distancia haya entre él y la vaca, más le
costará a ella vencer su querencia. En la muleta hay que diferenciar mucho
entre la bravura y el tipo de embestida del animal, porque puede ser muy brava
pero no humillar o no tener fijeza, o puede tener una calidad arrolladora pero
salir suelta de los engaños o no querer pelear. Es muy difícil decidir en
algunos casos si un animal se queda o se debe marchar de la ganadería, por eso
no es tan sencillo ser ganadero.
Los machos
también se pueden tentar de erales, aunque lo normal es hacerlo de utreros y,
así, captar un comportamiento más definido. Cuando se buscan sementales, el
ganadero busca en sus papeles los animales en los que, por reata, tiene más
interés o deseos de mantener una línea genética concreta. Una vez escogidos, se
ven en el campo y según sus expresiones y sus hechuras se puede intuir cómo serían
durante su lidia; no siempre se adivina, ya que no dejan de ser animales, pero
hay toros que transmiten emociones muy concretas y especiales. También es
posible que, repasando la camada, haya alguno que llame mucho la atención y se
tiente.
Los tentaderos
de machos son aún más intensos que en las hembras, tanto por tamaño como por
peligro y transmisión, habiendo dos tipos diferentes: con ramas o con capotes y
muletas. A la hora de buscar sementales, se escogen varios machos que cumplen
las características que se especificaban antes, pero en ese caso serían muchos
los animales que se perderían para ser lidiados. Por ello, en estos casos se
realiza normalmente la tienta con ramas, que consiste en llamar al toro desde
los burladeros para comprobar su bravura, cómo coloca la cara y su fijeza;
además, se le prueba en el caballo. Es realmente difícil llevar a cabo esta
lidia, ya que el torero se encuentra casi totalmente expuesto al peligro y sólo
puede colocar al toro con una pequeña rama, estando siempre amparado por un
compañero. Si presenta buenas condiciones, se pasará al capote y posteriormente
a la muleta, pero si no gusta lo suficiente se puede devolver al chiquero y
lidiarse cuando cumpla la edad sin que muestre ninguna señal de estar toreado.
No sucede lo mismo con los capotes y muletas: una vez se han toreado, no lo
olvidan.
La selección
parece muy sencilla si se piensa que si sólo se dejan los animales buenos en
los tentaderos, todas sus crías deberían tener esas mismas condiciones, pero esto
no se cumple nunca al 100%. Incluso si una vaca y un toro tienen tres crías
consecutivas, cada una de ellas presentará un comportamiento distinto aunque
tengan algunos detalles en común. De hecho, es bastante frecuente que cuando un
torero que hace especial ilusión va a tentar a la ganadería, las cosas no
funcionen como se esperaba.
Una de las
anécdotas más curiosas que me han pasado con respecto a los tentaderos sucedió
hace dos años. En 2014 se realizó un tentadero de machos con ramas y hubo uno
que no nos gustó nada, se mostraba reacio a arrancarse a las ramas y al
caballo, no humillaba al embestir y frenaba con la cabeza alta antes de llegar
a los burladeros. Lo echamos para atrás y continuamos con la faena, devolviendo
alguno más a los chiqueros y quemando (toreando con capote y muleta) otros.
Pasó el tiempo y a finales de 2015 este toro salió con destino a una plaza del
norte de España, donde se lidió una corrida especialmente buena, en la que un
hermano suyo ya había recibido la vuelta al ruedo. Salió a la arena y comenzó a
formarse el lío, embistiendo al capote con una bravura espectacular, rematando
muy abajo en los burladeros y yendo siempre a más. La faena de muleta fue aún
más bonita y el público pidió el indulto, pero el reglamento no lo permitía en
una plaza de esa categoría, a pesar de que el torero procuró conseguirlo a toda
costa hasta que estuvo a punto de sonar el tercer aviso. Lo mismo le sucedió a
otro toro que salió por detrás de él y que fue incluso mejor. Al tiempo de
terminar la temporada, me puse a repasar viejas imágenes de tentaderos, llegué
hasta aquél de 2014 y la sorpresa me dejó sin palabras. Dos veces lo perdimos
en la plaza, en la primera ocasión porque no nos llamó lo suficiente la
atención como para torearlo y en la segunda porque un reglamento impidió que
nos lo trajésemos de vuelta. Es muy triste que un papel impida que algo tan
bonito y necesario llegue al final que merece, porque un toro se merece un
indulto por su bravura, no por la categoría de la plaza en la que se desarrolle
su lidia.
Anécdotas
aparte, las tientas son una de las faenas más especiales a las que se puede
asistir en una ganadería, pero merecen un respeto y una consideración que no
siempre se cumplen. Es muy importante que el aficionado asista a tantos como le
sea posible y aprender desde ahí muchos detalles que en la plaza, por el
ambiente y la fugacidad del momento, pasan desapercibidos. Y también es muy
importante que el aficionado guarde silencio durante el transcurso de la prueba
para evitar distracciones innecesarias. Se trata de un instante fascinante en
el que el torero se encuentra mucho más relajado que en la plaza, sin la
presión del triunfo y la respuesta del público, sin límite de tiempo. Tuve la
suerte en mi infancia de poder asistir a muchos y fue ahí donde comencé a
comprender las sensaciones de los toreros al ver el sudor que les cubre la
frente ante animales difíciles, la sonrisa que se escapa cuando se les acaban
entregando después de un buen rato de pelea entre inteligencia e instinto, la
rabia de no poder someter a alguna hembra (o macho), la plenitud al vaciar las
embestidas de las más buenas. La Fiesta cobra sentido en el tentadero y cuando
un torero se toma su oficio en serio, se puede valorar el esfuerzo y la
valentía de permanecer en ese sitio tan peligroso, alerta y relajado, olvidando
lo que se puede perder para centrarse en lo que se le puede sacar al animal y
lo que se va a sentir al conseguirlo.
Le recomiendo
a todo el que tenga acceso a tentaderos que los disfrute y absorba cada
detalle, para de esta manera comprender mucho más a ganaderos y toreros. Un día
puede salir una corrida mala o un torero tiene un mal día, pero son muchas las
ilusiones que se esconden detrás de un festejo, muchos días de esfuerzo y
dedicación, muchas emociones que rompen en un instante.