La temporada
está comenzando y ya van haciendo mella los nervios y la expectación en los
ganaderos; con cientos de días dedicados a cada animal durante toda su vida,
llega el momento de ver reflejado en el ruedo el esfuerzo realizado. Según se
van conociendo los carteles en los que se es anunciado, comienza la cuenta
atrás y es imprescindible mantener la calma y el ritmo para que ningún cambio
altere todo lo que se ha conseguido.
Son muchas las
ganaderías en las que se ejercitan los toros para que se encuentren en buena
condición física durante la lidia y para ello se corren dentro de su cercado o
se diseña un corredero que recorra todos los cercados y esté conectado con los
corrales. De esta manera, se utiliza tanto para el ejercicio como para
transportar a los toros de un lado a otro sin que les suponga un cambio en su
rutina. Cada corrida suele someterse a este entrenamiento alrededor de tres
veces por semana, aunque siempre depende de las condiciones en las que se
encuentre y la musculación que necesite. Este proceso finaliza cuando falta
desde un día hasta un mes (según la ganadería) para el embarque, de manera que
recuperen algo de peso y no pierdan musculatura. Hay fincas en las que se
aprovecha esta faena para que todos los toros pasen por los corrales antes de
regresar a su cercado; este recorrido por los chiqueros los acostumbra a los
movimientos de puertas, a la gente caminando en los corrales, a los ruidos y a
cada factor que pueda poner en riesgo un embarque. Los primeros días son
complicados y hay que procurar disminuir al máximo el estrés para evitar bajas,
pero poco a poco se acostumbran y se deja de requerir incluso el uso de
cabestros.
El último
contacto que se tiene con cada uno es la retirada de las fundas, en el caso de
que se utilicen en la ganadería. Aproximadamente dos semanas antes de la salida
de los toros de la finca, se les quitan las fundas en el cajón de curas y se
eliminan los restos del pegamento para que el pitón esté intacto. Cualquier mal
movimiento puede provocar que se dañe la columna y se descoordine, por lo que
es muy importante que cada trabajador conozca bien la labor que tiene que
realizar. Es increíble cómo un animal tan poderoso puede permanecer a un palmo
del cuerpo en un instante como éste, apareciendo inofensivo al verse atrapado,
pero el más peligroso al ser soltado del yugo que lo sujeta. El cajón de curas
es algo que me ha apasionado desde pequeña, poder tocar a un animal tan
admirado es una de las sensaciones más abrumadoras que he tenido; no logro
imaginar cómo puede llegar a sentirse un torero.
Una vez ha
finalizado el embarque ya no hay nada que se pueda hacer a favor del toro desde
el punto de vista ganadero, pero hay que procurar que no haya nada que lo
perjudique. Llegan los kilómetros, las ilusiones se desbocan, los nervios
también, ningún papel puede quedarse atrás (certificado de nacimiento,
documento de identificación, guía de movimiento, crotales, etc.) y un sinfín de
emociones que se entremezclan y es casi imposible separarlas para digerirlas.
Se llega al destino, se hace un reconocimiento de las instalaciones para saber
de qué espacio se dispone y se procede al desembarque de la corrida, que suele
poner a prueba el temple de todo el que esté involucrado. Hay que entenderse
bien con los corraleros para que la faena transcurra de forma fluida y sin
incidentes; hay que comprender que el toro ha venido encerrado en un cajón del
camión y al salir está muy alterado y se arranca ante cualquier movimiento. Las
reacciones de cada animal van a depender del encaste del que procede y del
manejo que haya tenido en su finca, puesto que, como hablamos anteriormente,
esta manipulación puede desembocar en algo provechoso o perjudicial para el
toro. Se podría escribir un libro entero del desembarque.
Al ir bajando
uno a uno del camión, se encuentran con un equipo de veterinarios que los
observan y comprueban que han llegado en perfecto estado y no hay ningún
inconveniente para que participen en la lidia. Esta faena se conoce como
reconocimiento, y se repetirá el día de la corrida si ésta no coincide con el
mismo día de llegada a la plaza. En el caso de permanecer varios días en la
plaza, el mayoral que acompaña al ganado vela siempre por su bienestar y se
encarga de que no suceda ningún contratiempo. A diferencia de lo que muchos
opinan, no se trata de unas vacaciones, porque casi toda la responsabilidad
pesa sobre los hombros de uno y hay que estar el máximo tiempo posible en los
corrales. Si no va un representante de la explotación y ocurre un accidente u
otra persona manipula algún toro, la ganadería podría enfrentarse desde a una
multa hasta a una condena por delito a la salud pública.
Si no se
supera el reconocimiento veterinario será necesario traer más toros de la misma
u otra ganadería, pero si lo supera se procede a “enlotar” los toros de dos en
dos de manera equitativa. Los encargados de ello son los banderilleros de cada
torero que, tras determinar los lotes, los escriben en el tradicional papel de
fumar y después de ser meticulosamente doblados, se introducen en el sombrero
del mayoral de la ganadería que va a lidiar. Por orden de antigüedad del
matador, un banderillero de confianza de cada uno mete la mano en el sombrero y
saca una de las bolitas de papel: serán los dos toros que lidiará junto a su
cuadrilla. Una vez han sido sacadas las tres bolitas, se decide el orden de
salida de cada res y todos abandonan los corrales para dejar que el personal y
el mayoral enchiqueren los toros según esa disposición.
Durante la
lidia se siente absolutamente de todo: pasión, orgullo, miedo, tensión,
felicidad, dolor, placer, inquietud… Es algo que se vive desde el punto de
vista del aficionado, pero cuando formas parte de esos toros y esos toros
forman parte de ti, surge una conexión especial con cada emoción que vivimos
los dos. Es apasionante y aterrador cómo algo que sucede tan deprisa puede
tener tanto poder sobre ti y saber que está en manos de un torero coger esa
materia prima que con tanto ahínco se ha criado durante años para crear una
obra de arte. No siempre los toros salen buenos y no siempre los toreros son
los más adecuados, pero sí creo fervientemente en el respeto hacia ganadero y
torero. Quizá uno u otro no ha conseguido dar todo lo que se esperaba de él,
pero en ambos casos hace falta mucho coraje y trabajo llegar hasta ahí, lo que
es digno de respeto. Si bien es cierto que como aficionados pagamos una entrada
y deseamos que todo salga perfecto, también como aficionados debemos comprender
la imprevisibilidad del toreo, una cualidad que lo hace fascinante por su
semejanza con la vida misma.
Abriendo nuevos caminos.
He procurado
expresar con palabras esos instantes que provocan en mí reacciones que ni
siquiera llego a terminar de comprender, pero que espero aporten luz a este
mundo tan cerrado y desconocido como es el campo bravo. Ni es tan bonito como
pintan las postales, pues requiere de mucho trabajo duro, ni es tan sádico como
pintan los radicales. Es, sencillamente, un reflejo de la naturaleza en estado
puro.
Nos
encontramos en un punto de inflexión donde nos atacan por todas partes porque
no hemos sabido cuidar de algo que depende tanto de nosotros, pero también es
cierto que sólo nosotros podemos salvarlo. Durante muchos años, demasiados, el
campo ha permanecido cerrado pensando que en las manos de uno mismo se
encontraba la receta de la bravura y nadie más debía conocerla, que la afición
no necesita saber nada más que lo que acontece en la plaza y que nadie tiene
derecho a cruzar las puertas de nuestra casa. Irónicamente, proteger tanto el campo
ha dado pie a pensar que lo que escondemos es verdaderamente aterrador. Una
ganadería no puede convertirse en un complejo turístico, pero no supone ningún
problema que durante nuestro día a día nos acompañen de vez en cuando personas
que están muy interesadas en saber a qué nos dedicamos y qué sucede en la vida
de los toros. Hace poco un profesor de instituto me preguntó si había algún
problema por visitar un día la ganadería con sus alumnos y muy pronto lo harán;
en la juventud está la clave y es realmente importante que desde la base se
conozca la realidad. Mi padre me cuenta muchas anécdotas de todo lo que ha
vivido en este mundo y una de ellas es que estando varios mayorales en unos
corrales desembarcando una corrida, unos chicos jóvenes saltaron la pared para
poder verlo, pues tenían mucho interés y no se permitía la entrada. Quisieron
echarles de allí pero Pepe Reyes, antiguo mayoral de Jandilla, pidió que les
dejaran estar presentes porque la juventud de hoy es la afición de mañana. En
absoluto digo que haya que entrar a los sitios aunque no se dé permiso, pero sí
digo que hay que satisfacer la curiosidad del público y educar. La educación
taurina es un resquicio inalterable de muchos valores que desgraciadamente se
están perdiendo y hace mucha falta reimplantarlos en la sociedad. Cuando
recibimos alguna visita con niños me asombra el desconocimiento que tienen de
la naturaleza y de igual forma me encanta la mente tan abierta que demuestran
formulando mil preguntas e interesándose por todo lo que les rodea. Esas
sonrisas tan maravillosas bien valen que les correspondamos mostrándole la
realidad que dentro de unos años seguirán amando.
Vamos a
mostrar orgullo de algo que realmente lo merece y vamos a enseñar lo que es la
verdadera ecología, ésa que tenemos tan cerca de nosotros y apenas le prestamos
atención.
Simplemente: ole!!!!!!
ResponderEliminarMe ha encantado como escribes, tu forma de expresarte, el amor que demuestras por este animal y la pasión que le pones (se nota a la legua)
Simplemente darte las gracias y animarte a seguir así. Gracias por estos texto y gracias por abrirnos las puertas de tu casa este tiempo atrás, por el día pasado junto a José María y tu familia, por las fotos que pude hacer a tu lado en el lago, por compartir conmigo esas experiencias que pasasteis en Guadalix y por todo lo que aprendí ese dia
Ojala nos podamos volver a ver un día muy pronto y compartir otro ratito juntos
Un beso y un abrazo de Quique ese madrileño al que tuviste que "aguantar" un sábado del mes de Marzo junto a otros 6 madrileños que salieron encantadísimos y hablando maravillas de todos vosotros