lunes, 10 de abril de 2017

Laboratorio de bravura.

Desde que nace el becerro hasta que se lidia unos años más tarde, cada etapa y cada detalle influyen en el que será su comportamiento en ese instante final. Es muy importante que todo esté muy controlado y de esta manera se deje poco al azar, aunque el factor más importante siempre será la genética del animal, que le dotará de una bravura determinada.
El comienzo de la selección genética tiene lugar en el momento en el que se dividen los lotes de vacas y se escoge el semental adecuado para cada uno, lo que se intuye según los resultados que se hayan ido viendo en los tentaderos y festejos. Estos últimos son los más determinantes para la ganadería porque son los que ve el público y, por lo tanto, los que marcarán su futuro, pero es en los tentaderos donde el ganadero puede controlar mejor la línea que se seguirá.
Aproximadamente, los becerros se destetan de sus madres cuando han cumplido entre 6 y 8 meses. En este momento ya pueden alimentarse de pienso y si se quedaran con sus madres, éstas irían perdiendo peso progresivamente y se debilitarían, sin poder mantener al nuevo becerro que probablemente ya estén gestando. Con la llegada del herradero, estos casi añojos serán marcados con los distintos hierros que les corresponden y se separarán los machos de las hembras.


En la mayoría de las ganaderías se tientan las hembras con dos años, aunque en algunas lo hacen con tres para que así su embestida tenga un carácter más parecido al de los machos cuatreños. A partir de esta edad, la alimentación específica cobra un papel muy importante, ya que es un factor muy determinante para que esta faena se pueda desarrollar correctamente y así se pueda observar cada característica de las eralas o utreras.
El tentadero es la prueba a la que se someten todas las hembras de cada camada y consiste en un simulacro de lidia, ya que es el mismo proceso salvo por la muerte del animal, que en este caso no se produce. Las principales notas que se toman son las siguientes: bravura en el caballo, bravura en la muleta y calidad de la embestida, aunque después son muchos los matices que se tienen en cuenta. En el caballo ha de tenerse en cuenta la fijeza del animal mientras el picador la cita, el tiempo de respuesta y el grado de bravura con el que se dirige al caballo, así como el número de puyazos a los que responde con el mismo ímpetu y la distancia que acepta. Al igual que en la plaza de toros, el caballo se sitúa frente a la puerta del chiquero y cuanta más distancia haya entre él y la vaca, más le costará a ella vencer su querencia. En la muleta hay que diferenciar mucho entre la bravura y el tipo de embestida del animal, porque puede ser muy brava pero no humillar o no tener fijeza, o puede tener una calidad arrolladora pero salir suelta de los engaños o no querer pelear. Es muy difícil decidir en algunos casos si un animal se queda o se debe marchar de la ganadería, por eso no es tan sencillo ser ganadero.

Los machos también se pueden tentar de erales, aunque lo normal es hacerlo de utreros y, así, captar un comportamiento más definido. Cuando se buscan sementales, el ganadero busca en sus papeles los animales en los que, por reata, tiene más interés o deseos de mantener una línea genética concreta. Una vez escogidos, se ven en el campo y según sus expresiones y sus hechuras se puede intuir cómo serían durante su lidia; no siempre se adivina, ya que no dejan de ser animales, pero hay toros que transmiten emociones muy concretas y especiales. También es posible que, repasando la camada, haya alguno que llame mucho la atención y se tiente.
Los tentaderos de machos son aún más intensos que en las hembras, tanto por tamaño como por peligro y transmisión, habiendo dos tipos diferentes: con ramas o con capotes y muletas. A la hora de buscar sementales, se escogen varios machos que cumplen las características que se especificaban antes, pero en ese caso serían muchos los animales que se perderían para ser lidiados. Por ello, en estos casos se realiza normalmente la tienta con ramas, que consiste en llamar al toro desde los burladeros para comprobar su bravura, cómo coloca la cara y su fijeza; además, se le prueba en el caballo. Es realmente difícil llevar a cabo esta lidia, ya que el torero se encuentra casi totalmente expuesto al peligro y sólo puede colocar al toro con una pequeña rama, estando siempre amparado por un compañero. Si presenta buenas condiciones, se pasará al capote y posteriormente a la muleta, pero si no gusta lo suficiente se puede devolver al chiquero y lidiarse cuando cumpla la edad sin que muestre ninguna señal de estar toreado. No sucede lo mismo con los capotes y muletas: una vez se han toreado, no lo olvidan.


La selección parece muy sencilla si se piensa que si sólo se dejan los animales buenos en los tentaderos, todas sus crías deberían tener esas mismas condiciones, pero esto no se cumple nunca al 100%. Incluso si una vaca y un toro tienen tres crías consecutivas, cada una de ellas presentará un comportamiento distinto aunque tengan algunos detalles en común. De hecho, es bastante frecuente que cuando un torero que hace especial ilusión va a tentar a la ganadería, las cosas no funcionen como se esperaba.
Una de las anécdotas más curiosas que me han pasado con respecto a los tentaderos sucedió hace dos años. En 2014 se realizó un tentadero de machos con ramas y hubo uno que no nos gustó nada, se mostraba reacio a arrancarse a las ramas y al caballo, no humillaba al embestir y frenaba con la cabeza alta antes de llegar a los burladeros. Lo echamos para atrás y continuamos con la faena, devolviendo alguno más a los chiqueros y quemando (toreando con capote y muleta) otros. Pasó el tiempo y a finales de 2015 este toro salió con destino a una plaza del norte de España, donde se lidió una corrida especialmente buena, en la que un hermano suyo ya había recibido la vuelta al ruedo. Salió a la arena y comenzó a formarse el lío, embistiendo al capote con una bravura espectacular, rematando muy abajo en los burladeros y yendo siempre a más. La faena de muleta fue aún más bonita y el público pidió el indulto, pero el reglamento no lo permitía en una plaza de esa categoría, a pesar de que el torero procuró conseguirlo a toda costa hasta que estuvo a punto de sonar el tercer aviso. Lo mismo le sucedió a otro toro que salió por detrás de él y que fue incluso mejor. Al tiempo de terminar la temporada, me puse a repasar viejas imágenes de tentaderos, llegué hasta aquél de 2014 y la sorpresa me dejó sin palabras. Dos veces lo perdimos en la plaza, en la primera ocasión porque no nos llamó lo suficiente la atención como para torearlo y en la segunda porque un reglamento impidió que nos lo trajésemos de vuelta. Es muy triste que un papel impida que algo tan bonito y necesario llegue al final que merece, porque un toro se merece un indulto por su bravura, no por la categoría de la plaza en la que se desarrolle su lidia.


Anécdotas aparte, las tientas son una de las faenas más especiales a las que se puede asistir en una ganadería, pero merecen un respeto y una consideración que no siempre se cumplen. Es muy importante que el aficionado asista a tantos como le sea posible y aprender desde ahí muchos detalles que en la plaza, por el ambiente y la fugacidad del momento, pasan desapercibidos. Y también es muy importante que el aficionado guarde silencio durante el transcurso de la prueba para evitar distracciones innecesarias. Se trata de un instante fascinante en el que el torero se encuentra mucho más relajado que en la plaza, sin la presión del triunfo y la respuesta del público, sin límite de tiempo. Tuve la suerte en mi infancia de poder asistir a muchos y fue ahí donde comencé a comprender las sensaciones de los toreros al ver el sudor que les cubre la frente ante animales difíciles, la sonrisa que se escapa cuando se les acaban entregando después de un buen rato de pelea entre inteligencia e instinto, la rabia de no poder someter a alguna hembra (o macho), la plenitud al vaciar las embestidas de las más buenas. La Fiesta cobra sentido en el tentadero y cuando un torero se toma su oficio en serio, se puede valorar el esfuerzo y la valentía de permanecer en ese sitio tan peligroso, alerta y relajado, olvidando lo que se puede perder para centrarse en lo que se le puede sacar al animal y lo que se va a sentir al conseguirlo.

Le recomiendo a todo el que tenga acceso a tentaderos que los disfrute y absorba cada detalle, para de esta manera comprender mucho más a ganaderos y toreros. Un día puede salir una corrida mala o un torero tiene un mal día, pero son muchas las ilusiones que se esconden detrás de un festejo, muchos días de esfuerzo y dedicación, muchas emociones que rompen en un instante.

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